El pasado sábado, alrededor de las 11 de la noche, todo el Celtismo vivió uno de los momentos más dulces de los últimos años. Aquello en lo que casi nadie creía hace 15 días se convirtió en realidad. No se puede negar que todos nos veíamos otra vez en Segunda tras una temporada extraña, donde a pesar de haber realizado un buen juego en buena parte de la temporada, los resultados no terminaban de llegar. Pero este sábado todos nos aferramos a esa última oportunidad y nos pusimos delante del televisor. Cada uno como pudo, ya que una jornada como la del sábado, en la que tu equipo y el equipo de la ciudad en la que vives, se lo juegan todo a cara de perro, no es fácil encontrar un lugar en el que puedas sentarte tranquilamente a ver el partido del equipo de tus amores.
Empezaron a rodar los balones en los diferentes campos en los que nos jugábamos algo: Balaidos, Riazor, la Romareda, Son Moix, e incluso el Sánchez Pizjuan, de rebote.
Llega el primer mazazo, gol del Valencia en Sevilla. Este gol alejaba a la Real de la Champions, lo que podía provocar la relajación de sus jugadores y que el Deportivo ganara su partido, lo que nos condenaba a la división de plata. Pero en poco más de 10 minutos todo cambió. Marcó el Celta, que allanaba su camino, marcó la Real que condenaba al Deportivo a meter dos goles, y el Sevilla daba la vuelta a su partido refrendando aún más el puesto Champions de los donostiarras.
De aquí en adelante todo sufrimiento. El Espanyol que achuchaba en un envite en el que parecía que se jugaba la vida. El Deportivo que hacía lo propio en Riazor para intentar levantar su partido. El Mallorca que goleaba y esperaba el gol de los periquitos que le abría la única vía de salvación que le quedaba. Fue la segunda parte más larga de la historia del fútbol, o al menos eso me pareció a mi.
Pero sonó el pitido final y llegó el orgasmo de alegría. Lágrimas, abrazos, besos, saltos, brincos, … Alegría desmedida… Fue como descorchar esa botella de cava que llevaba cerrada desde la temporada 2006 y que en cierto modo había perdido ya algo de gas el año pasado con el ansiado ascenso, pero que aún guardaba mucho para celebrar.
Y todo gracias al Celtismo. Ese Celtismo que aunque por un momento no creyó en la salvación tras el partido del Betis, se volvió a crecer con la victoria en una Pucela teñida de celeste y se aferró al último cartucho que le quedaba y que además de celeste estaba teñido con los colores de la Real Sociedad.
Gracias a tod@s nuestros peñistas que a lo largo de la temporada han arrimado el hombro, cada uno a su manera. Un poquito de esta permanencia es vuestra.
Gracias al resto de peñas y aficionados celtistas que siempre que han podido nos han ayudado y apoyado.
El año que viene volveremos a estar entre la élite del fútbol español, eso sí, esperemos que con menos sufrimiento que este año.
E como non, coma sempre o de sempre… HALAAAAAAAAA CELTAAAAAAAAA